Entre acordes y letras,
entre versos sin estrofas,
entre musas sin poeta.
Dos miradas perdidas
han olvidado buscarse,
pero al final se encuentran.
Las palabras que faltan,
entre las letras que sobran
se destruyen y se enredan,
sin ser conscientes si quiera
de que no son necesarias,
porque es con los sentimientos
con los que mejor se habla.
Vale más una mirada
que dura medio segundo,
más que cientos de palabras
que nacieron caducadas
de unos labios moribundos.
Vale más una canción,
porque esconde tras sus versos
la esencia de una emoción,
arropada por las notas
que quieren anestesiar
el dolor de un alma rota,
perdida en la oscuridad.
Así las personas van,
perdidas en la ciudad,
sin apreciar la belleza,
el misterio de la vida,
la magia que hay en la lluvia;
en unas gotas, que al caer,
permiten que todo viva,
semilla que va a florecer.
Así, entre tanta confusión,
vagan miradas perdidas
que por no esforzarse en ver
o por simple negación
no encuentran eso que buscan
aunque está a su alrededor.
Desesperan, pierden fuerzas,
la alegría y la emoción,
el sentido de la vida,
el ritmo de una canción.
Viven en una mentira,
NO SABEN VER EL AMOR.